martes, 26 de abril de 2011

Preludio a las gotas de lluvia.

Hoy va a llover,
y los muñecos se van a mojar, se van a desvencijar.
Colguémoslos,
aunque sea del cuello, colguémoslos.
 Sobre un hilo tenso que asemeje una cornisa.

Hoy va a llover,
y cualquier lugar será mejor que el piso húmedo.
Levantémoslos,
aunque desmembremos su trapo, que suban.
Sobre una cama limpia que reemplace un vientre.

Hoy va a llover,
y los muñecos de trapo se van a pudrir.
No hay que dejarlos en el piso,
no hay que dejarlos en la sombra.
Si es preciso, los colgaremos al sol.

                                                                        Fragmento de Títeres en la horcaVdeC.


In Treatment.

Es posible que vos estés tan enojada conmigo, con tanta rabia dirigida hacia mí,  porque es más fácil que lidiar con tu propio dolor?

Vi un programa sobre un grupo de hombres y sus muñecas inflables hechas a pedido. Ellos elegían sus ojos, sus bocas, su cuerpo. Y las aman, porque las muñecas no hablan, nunca se embarazan y no se enojan.
Y tienen tres agujeros perfectos. Que pueden ser reparados.

Eso me hizo recordar a una recepcionista en mi trabajo, le encanta usar ropa rosa.
Es tan linda y agradable, se la pasa pelotudeando, pero nadie quiere despedirla porque es tan adorable.
Hace poco avisó que va a renunciar, porque un idiota le propuso casamiento.

Cuando los hombres miran a una mina así, ven el paquete completo.
Tranquila, divertida, salvaje en la cama, y mimitos y desayuno por la mañana.

Y cuando te miran a vos,  qué ven?

Puedo ser divertida para coger... pero nada más.

Cliché: una joven que se enamora de su psicólogo.
Pero vos no me elegiste, te la cogiste a ella.
¿En este sillón? que asco.
Mirá, mejor no hablemos de eso, no me hagas hablar sobre eso.

Ella sabía cómo encantarte, haciéndose la débil e infantil.
Seguro tenía caderas delgadas, culo redondo.

No sé, no la conozco, pero seguro olía a manzanas.
Te miraba con sus ojos bien abiertos, impresionada por tus brillantes interpretaciones.

Pero un día ella se desmoronó, lloró, gritó.
Y vos sentiste pena por ella. Entonces te sentaste a su lado.
La tocaste.
Sus cachetes, tocaste sus lágrimas.
Y te diste cuenta lo indefensa y vulnerable que estaba.
Que era.

Y no hubo vuelta atrás, tenías que tenerla, desenmarañarla, curarla. Sentir que la ayudabas y te ayudabas a vos a curarte también. Interpretando, siempre dando tu opinión.
Tu masturbadora opinión.

Para ella era ganar, enamorarte, envolverte, su padre, su psicólogo, su maestro, todos girando dentro de tu cuerpo, de tus frases certeras e hirientes.
Vos le pertenecías, y todos esos que nunca fueron de ella, que no la escucharon, también la amaron.

Querés que me vaya, no? Lejos.
Pero me voy yo.
Yo te abandono, antes que vos me dejes a mí, no podría soportarlo.

Seguro la abrazaste, hasta que se durmió.

Tal vez, eso sea lo que querés de mí, que te abrace mientras te dormís, tranquila, segura de esa proximidad mágica.
Sentirte contenida y no juzgada.

Soy como un cuchillo en el cuello, se siente bien cuando ya no está.
Soy un alivio ausente.

Pero yo siempre pienso en vos, te quisiera cerca.

Sabés qué? No te creo. Si te creyera, no me estaría alejando.
Borrándote de mi vida con una mano y dibujándote con la otra.

¿Guardaste esto, todos estos años?
Sí, y ahora lo comparto con vos...

(silencio)
                                                                                                                                                          Mía. Tercera semana. 


Suena Chopin, su preludio, y los dos sonreímos, cargando grotescas mochilas.

Eligiendo subirlas a nuestros hombros para que no se pudran en la tierra mojada.

                                                                                                                                                  

                                                                                                                                                                        VdeC.

(Comptine d’un autre été L’après)

martes, 12 de abril de 2011

Forest Gump sin Jenny

Aprender a caminar solo.
Sin mamá y papá agarrando mi mano,
 O esperando en cuclillas mientras yo hacía mis primeros chuecos.
Sin una maestra o un profesor empujándome la espalda hacia buen, o algún,  puerto
Sin mi primera novia contándome que caminar en la arena y en el pasto también es caminar, pero más suave.
 Sin ningún amigo que me acompañe a caminar en madrugadas de alcohol y teorías.
Sin obsecuentes que me lleven en andas.
Sin perversos que me quieran convencer que arrastrarme con una piedra al cuello es caminar.

Solo. En soledad, aprender a andar por una vereda sin nadie conocido, ni amable, ni castrador.

Un paso, luego otro, después nuevamente la otra pierna y así. Sin apurar ni arrebatar a mis piernas de Forest Gump.
Sin miedos que no me permitan caminar para atrás cuando es una calle sin salida.
Volver y retomar la senda.
Sin víctimas que me conmuevan para que las lleve sobre mis hombros.
Sin guías turísticas que vayan comentando banalidades cuando visitemos nuestro pasado.
Sin cintas mecánicas que fuercen pasos a ningún lado.
Sin música estimulante en maratones de la mediocridad.
Sin pierna sendas que encaucen mi recorrido a su antojo.

Solo. Esquivando minas enterradas por el comando del auto boicot.

Sin muletas que lastimen mis brazos.
Sin sillas de ruedas, peligrosamente cómodas que atrofien mis músculos.
Sin carreras y competencias que prometan premios por ganarle a alguien y no premien el hecho simple  de atravesar un camino.
Aprender a caminar por mí mismo, hacia dónde yo deseo, porque así lo elijo.
Algo que parece tan simple, y pocos aprenden alguna vez realmente.

Navegar en paz requiere su tiempo, y en la soledad mirar hacia adentro.
No se curan heridas, se encuentran salidas.
A veces me pierdo, los ojos se me dan vuelta y me muero por dentro.

Cada vez menos. De gatear a caminar, solo con intentos.
Fallidos, mortales, irreversibles, agudos y dolorosos.
Aun así, intentos, actos y significados, la única manera de aprender algo.
Aprenderlo solos.

viernes, 1 de abril de 2011

La abeja que se salvó y pudo hacer miel.



Que vuelva la fe, más temprano y de día.
No es tiempo para ponerse tanguero, ni para descansar en la melancólica tranquilidad del desasosiego.
Es noche clara, de conciencia y tranquilidad. Dolor, pero bien encauzado.
Y que no me olvide un día, cuándo y de qué manera fui, y sigo siendo, sol.
Cuando realmente estamos solos, encontramos las palabras que no pueden leerse desde el resentimiento y los antecedentes mal resignificados.
Y dónde está tu abandono entonces? En el mismo lugar que al principio de todo.
Que no haya naufragio, ni culpas ajenas.
Dejemos cosechar, que llueva y que queme el pasto, que la abeja encuentre un girasol no envenenado.
Abrí tu ventana, aunque de a un pulmón ciego, y la vecina a dos metros te diga que las cosas son blanco o negro. No la escuches, en algún rincón del pulmón, un grillo canta estimulando tu reflexión.
Cuando el presente te dice algo, y el pasado lo contrario, a cuál de los dos preferís escuchar?
Por qué antes de apostar, voy a preferir irme al mazo?
Preferirme (deseo o atadura)? Previo a herir, prefiero irme?
Y como sabés que vas a herir o te van a herir?
Que vuelva la ternura, que en realidad no se fue, estaba acá desde hace meses, pero no pudiste verla tan atada a tus recuerdos.
Y vos, cómo y hacia a dónde has ido? y dónde estás ahora? has vuelto? a qué lugar?
Cuando los lagrimales se tapan, llamar a un plomero no arregla nada.
Las noches que salgo a caminar me dejan un recuerdo de besos en cachetes perfumados.
Quien se va sin saludar, no vuelve más.
Que vuelva la calma, y no sea tarde para verte bailar en los espejos.
Soy alérgico. Dice mi tío, que las pocas abejas perdidas (esas que nos cruzamos los vestidos de ciudad), no pican. Salvo que les hagamos algún daño queriendo o sin querer.
En cambio hay otras abejas, las que cumplen un rol desde que nacen, esas sí pican.
Todo su ser está construido para defender la colmena, y sólo tenemos que acercarnos para sufrir su ataque y su muerte instantánea.
Mueren picando, porque saben que otras, cientos, vienen atrás a completar la misión de evitar que lastimemos a su reina.
Es una muerte de rompecabezas, desde nuestro punto de vista, pareciera inútil, entonces las juzgamos. Qué abeja pelotuda, venir a gastar su aguijón y su muerte tan en vano!
Hay muertes que valen mucho más de lo que nuestros juicios podrían entender, salvo que nos corriéramos de nuestro ego-eje. Pero eso es mucho pedir... Bah! ahora al menos, hay un fin de semana largo en marzo...
Hoy me hace falta verte bien, y vos por ahí pensás que eso es intentar manipularte.
Los milagros (o crueldades), de la interpretación humana.
El deseo endurecido, la miel de las torturas con hormigas carnívoras. Capaz algún manipulador de ocasión le eche la culpa a las abejas que produjeron la miel...
Las cosas son así. No son de ninguna manera hasta que cada cual las llena de significado.
Y en ese llenar, hay pérdida.
Qué va a ser, dice Mirta. Yo no estoy de acuerdo. Pero es mucho más complejo encontrar respuestas elaboradas y duraderas.
Además tenemos menos tiempo para comprender que para olvidar.
Que vuelva la fe. Y que la abeja no deje su vida atacando un espantapájaros.
El aguijón clavado en un muñeco de trapo.

(las contradicciones de la nota son notas del editor...)