miércoles, 9 de mayo de 2012

Utopía.


Nos encontraremos en la vereda, buscaremos nuestro lugar despacio, en silencio.
Se repetirán las veredas, los lugares, los silencios.
Dejaremos de lado nuestros egos ese ratito, ubicaremos rincones de dialogo.
Pensaremos, reflexionaremos con todas nuestras fuerzas.
Mataremos a tiros al sentido común, a los miedos que nos separan, a los odios que facilitan la aislación y la diferencia y su doble cara, la indiferencia.
Estaremos predispuestos a la disidencia y al aprendizaje.
Entenderemos la alegría de un pueblo libre. De un individuo sin complejos demoledores.
No dejaremos que mientan, ni amarguen los mentirosos y los insensibles.
No nos dejaremos estar. No daremos por sentado nada.
Planearemos, diseñaremos a largo plazo. Ubicaremos las mayores carencias, los peores damnificados. Garantizaremos que ellos tengan lo básico para poder unirse a nuestra reunioncita de vereda. Para poder expresarse en nuestra fiesta en la calle.

Armaremos escenarios para vernos y disfrutarnos. Prenderemos micrófonos y reflectores para mostrarnos y escucharnos.
Definiremos nuestros principios irrenunciables. Describiremos sin medias tintas a los asesinos, a los criminales que no querrían ofrecer nada al común. Y les daremos otra oportunidad. Y nos daremos a todos, segundas chances con conciencia y humildad.

Nos miraremos a los ojos, sin excusas ni máscaras. Pues no tendremos nada que ocultar, que no pueda ser usado potencialmente a nuestro favor.
Haremos canciones, películas, novelas, cuadros, historietas, esculturas, collages, obras de teatro, fotografías, exposiciones, orgías, casamientos.
Inauguraremos fábricas, empresas, medios de comunicación, medios de transporte, talleres, comercios, organismos sin fines de lucro.
Y todos nosotros y todas las instituciones tendrán como premisa básica el bien común y la creatividad personal.

Bailaremos, pensaremos, repatriaremos científicos, brindaremos. Y habrá en el brillo de nuestras sombras los brazos de alguien más.
Nos abrazaremos. Nos daremos interminables abrazos, nos contenderemos, y compartiremos el dolor. Porque es la única manera de sobreponernos sin heridas que nos malformen, que nos hagan mirar con sospechas a los demás.

Nos amaremos y nos distanciaremos. Pero diciendo, siempre produciendo enunciados y explicaciones que nos permitan seguir avanzando sin represión.
Y estaremos tranquilos en la tormenta, y no dejaremos que el resentimiento actúe en nuestro nombre.
Nos besaremos y nos daremos ideas que nos potencien, crearemos siempre algo nuevo, actuaremos amalgamando egoísmos para dar luz. Cogeremos con los ojos abiertos en plenitud.
Siempre entenderemos primero lo que falta de lo que nos sobra. Y trabajaremos para mejorar las condiciones que nos hacen sonreír.
Y cuando aislemos a alguien siempre dejaremos que un tercero neutral interceda para dar oportunidades de reinserción. Porque no querremos juzgar por juzgar.
Habrá culpables, siempre los hay. Pero empezaremos por nosotros mismos para reformar y desechar lo que nos haga sufrir.
Guardaremos para la sequía, y descorcharemos los vicios. Porque no somos nada sin memoria y no somos nada sin presente placentero.

Perderemos cosas y afectos y no será un problema, porque lo inevitable no será un dogma ni un castigo, será una cosa más de todas las que entenderemos, viviéndolas y escuchando a otros más experimentados.

Calcularemos y estudiaremos nuestras posibilidades y ampliaremos nuestros recursos con distribución y planificación. Y controlaremos nuestros organismos y nuestros gobernantes elegidos, con transparencia y periodicidad.

Nada nos faltará y lo que sobre, lo disfrutaremos todos. Y trataremos de todos poder acceder a las mismas herramientas. De esa manera por primera vez en nuestra historia, podremos elegir.
Y seremos libres de (y por), nosotros mismos.
Y educaremos a nuestros hijos sin degenerarlos, sin cargarlos de nuestras mochilas vencidas.
Y conoceremos por fin, el significado de libertad, de igualdad y de fraternidad.  

Esta es mi utopía, imagino que la de la gran mayoría de nosotros, todo lo que sé y aprendí. Lo bueno y lo malo, lo que nos sirve y nos mantiene a salvo.
Y nos posiciona en un caos-motor para espantar cegueras, necedades y seguridades que nos matan, adormecen, y acomodan, en medio del rompecabezas-vida de setenta años.
Sólo así creo que vale la pena seguir en este lugar.

Vestidos de Ciudad