martes, 7 de octubre de 2014

En la Ribera.



En la Ribera. Me fui de un pool troskeado. Y me vine al carnaval.

Una calle cortada, todos bailando. Un carnaval de verdad.

Amigos me convidan sangría y bailan. Bailan de verdad.

El amor es tan raro. A veces te hace gigante, y a veces te hace tan chiquitito.

Me dicen “cada pareja es un mundo”. Pero el problema es que en ese mundo, a veces hay un rey y un peón.

Pusieron la Bersuit. Que fiesta más de verdad.

Una vez dije que lo único que importaba era tener momentos de ternura. Le agrego que tienen que ser ineluctablemente genuinos. Si no. Sino.

Y que sangren las manos. Y que la murga suene. Suene de verdad.

A veces te hace gigante y a veces.

Y yo sólo toco para que bailes vos.

¿Qué querés? Si la ternura me brotó.

Llevame con vos. Y venite conmigo, bajate de ese bondi y meté la pata.

Sacate la ropa, que el frío es un invento de los reprimidos.

Milagro! Me siento en una mesa de madera cuadrada, un viejo me dice, ¿querés jugar al ajedrez? Y yo, ¿acá? Pero mirá como todos bailan. Y él, por eso.

Y jugamos, mientras murguita del sur nos dice que no hay nada. ¿Lo amás? No hay nada.

Oficinas (y yo agrego, cualquier rejunte), alistando predadores.

¿Cuál es? Me gusta tu punto, dice el viejo. Mientras tanto me destroza en el tablero.

Y aprendo. Acá no hay cuatro ebrios. Y no hay para siempres.

Las chicas bailan y son mujeres. Mujeres de verdad.

Acá nadie te troskea, ni te oshea. Sencillamente. Porque respiran. Y hay sombras, sí.

Pero son sombras cuando pasan por la luz. Es inevitable.

Y yo que pienso que el amor es raro. Cuando es raro, no es amor.

Dame.

Dame de verdad.

Ahí está la clave! La ida pierde la gracia. Y el viejo es un prócer del ajedrez. Pero ahora le hago partido.

Recuerdo algunas cosas y me socratiza en otras. El conocimiento está adentro tuyo, dice.

Me tiene fe. Se llama Sergio. Como yo. Pero es otro Sergio. Como el papá de.

Dame. Y viene una nueva sangría. Nacho me dice que esta fiesta es un carnaval, sí. Pienso lo mismo. Y no pienses de más.

Yo te entiendo bien, es como hablarle a la pared.

Nada me importa en la ciudad, si nadie me espera.

¿Qué? Me dice Sergio. Nada Fito, Irene, Nati, Maité y Mariana.

Algo tienen estos años que me hacen poner así, replico.

¿A quién extrañás? Pregunta el viejo, mientras enroca torre y rey.

Buen movimiento, todos bailan. Si me viera ahora la otra Naty. Suena la bomba loca, querida.

Deberíamos estar bailando. Y justo ahí me doy cuenta que estamos en la misma calle en la que Chino Darín mata al mexicano nominado al oscar.

Juguemos, y toquemos. Me brotás. De todos los wines me brotás. Esta noche, te quiero conmigo, te quiero loca. Que linda que estás.

Todos siguen jugando y este ajedrez, y Sergio, y esta mesa de madera cuadrada, están todos puestos en juego también. Ya soy local.

Cóctel. Viene Mati y me explica -con su borrachera- la dinámica del carnaval.

¡Rodrigo! Empezó el cuarteto. Claro. Son las cuatro de la mañana. Era hora.

Ahí se vienen miles de imágenes, 1999, odisea al mar.

Puedo asegurar que el Potro está bailando en esta calle cortada, ya somos mucho más de cien. Tengo tus besos, pero a ella. A ella olvidarla. No.

Explotan las sienes. Acá hay deseo. Deseo de verdad.

Que lindos te quedan los lentes.

Nadie tiene la culpa. No, perdónenme. Pero tengo que terminar esta partida, Sergio duda.

Y Rodrigo tira un “te vas con él y yo me quedo solo”.

Dale, Ironía.

Nadie es a la medida de nada.

Es como cuando los nenes burgueses se enojan porque alguien tira un pucho a la calle, pero no sienten nada cuando hay un nene tirado en la calle. La misma calle.

No hay medidas de nada. Y en este baile eso está muy claro. Claro de verdad.

Me voy a bailar, Sergio. Me ganaste, ese rey no puede ir para ningún lado.

Y el viejo saca un vaso de vidrio de adentro de su pecho.

Bueno andá Huguito, pero antes tomate un trago.

Y no ames a escondidas.

Amá, pero amá de verdad.

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