lunes, 8 de octubre de 2012

Manos pintadas dentro de una cueva. Poema.


Este poema que no conduce hacia ningún lugar.
Está lleno de elipsis el brillo de mis ojos.
Fuiste exactamente lo que no debías ser.
Y sobre la frente llevo el reflejo de un faro abandonado.
Esta es una palabra muy antigua. De cuando el Yo y el Otro no estaban opuestos y finales.
Los poemas no deben manejar, no van a ningún lado (pero van con vos (o conmigo)), y suelen llegar a destino.
De cuando la tele era pintar manos rojas dentro de una cueva. De ahí vienen las manos.
Y el rojo corazón dentro de un túnel.
No escucho mi voz, ni el beso que te lanzo, pero te veo recibirlo llena de sonidos y a todo color.
Frágil, sí, todos somos frágiles. Y muertos hay demasiados, más que los que podemos aceptar.
Y el atroz sudor condensado en los recuerdos de la caverna. Cae, cae y aprende a volar.
En esa estupidez de la distribución, vivimos pendientes de lo que le dan a los demás.
Si hay libertad es porque uno la administra, si hay igualdad es porque otro (o ese mismo), la reparte, si hay justicia es porque antes alguien se aseguró los mejores beneficios de la ley.
Pues que no hay nada. Y el día más importante de su existencia fue el de su muerte.
Los poemas no enseñan nada, dijo un administrador de empresas y no supo qué hacer con su tiempo libre y su deseo reprimido. Pero administra muy eficientemente la gerencia que años de trabajo analítico le concedieron.
Y los dedos goteando pintura fresca en la tierra removida y olvidada de un útero.
Un macho alfa saca de los pelos a su hembra de la cueva para que observe al sol desde su sometimiento.
Pero antes pintó las manos que diez mil años después admiraremos.
La mujer boca arriba, y la noche hecha cielo en su boca. No hay palabra aun.
No hay poema inútil todavía. Pero hay gerencia de la caza, la pesca y la recolección de discursos.
Y se lleva la vida en su mochila.
Después del alambrado es el mejor invento del hombre. La mochila.
Esos hombros gentiles, listos para aceptar el peso equilibrado de las tiras de cuero sobre los huesos.
Me gustan los que se callan (a tiempo). Y me gustan los que cantan (desde adentro, desafinando, (no importa (o tal vez, sí)), pero desde el fondo de la cueva).
Cuál es mi rol? La finalidad del personaje que voy a interpretar por los próximos cuarenta años?
Levantar paredes, sólo para poder saltarlas. Y desde el otro lado devolver las pelotas perdidas.
Eso soy yo. El pintor de las manos sudadas.
El miedo a la luz que contagia ceguera y contrae la pupila. La nitidez de un flashback borroso adentro de unas medias cancan.
Mamá, debo tenerle miedo a la pared? Debo partirme en dos hombres duplicados?
Tengo que meterme a la hoguera para conocer el calor? Estaré muerto en medio de esta vida amontonada e insensible?
Este poema sigue sin aprender a cruzar la calle.
Y el escritor conoce los milagros del crédito en noventaydos cuotas fijas antes de rendir su examen de conducción.
Maneja sus emociones y saca el brazo por la ventana antes de doblar a la izquierda.
Y se pierde en los barrios bajos. Qué es esto?
El bisabuelo de los hombres no sabe como terminar la pintura de su mano sangrante y ya quiere empezar a meterse con los símbolos. Peor aún, quiere participar en las ganancias de la publicidad y los ticket de entrada a la caverna.
Es grande, es viejo, es pesado, es difícil, es invisible, no tiene materia, está lleno de música y palabras,  es incunable, está hecho para mí, para todos los mí. Pura intriga y lugares comunes, todo dibujado de vos, de todos los vos. Es real, es ser. Es búsqueda, y tocar. Tocar todo lo abarcable. Vos y yo. Y flotar e imaginar que somos libres.  Es despertar y abrazar, dormir y anhelar. Todo lo anterior por mil. Y aunque no parezca tan importante, eso es.
Luz. Al alba.
La noche está haciendo pedazos a la nitidez.  Y este poema sigue sin saber sacar fotos.
Cómo sabés que esto es un poema? Porque acá cada palabra tiene su sentido único.
 En un ensayo, por ejemplo, lo que importa es hacia dónde voy.
Acá, en este poema, lo inevitable es cada paso y la propuesta (y el peligro) de caer al pozo.
Cuánto falta? No tengo idea. Qué otra cosa puedo hacer (ser)?
Alguna vez se preguntan qué son? O que terminaron siendo?
Lo acepto, este poema se me hizo un poco largo, y qué?
Más tardó mamá en sacarte del vientre y no trajo algo demasiado logrado. No?
Termino con una promesa.
No me voy a volar, aunque haya un viento tan seductor.
No voy a ser la hoja de la tormenta.




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