Hay gente que nos arruina. Que quiebra todos los cimientos.
Que alimenta nuestros peores fantasmas. Nos deja abierta la grieta de nuestra
peor realidad.
Hay quienes nos encuentran y nos hacen perder. Dicen que nos
aman, nos apagan y potencian nuestras miserias. Viven ahí.
Si somos escritores, nos convierten en televidentes. Si
somos bailarines, nos quiebran las rodillas. Si nos gusta cantar, nos hacen gritar
hasta dejarnos afónicos.
Hay personas horribles que nos ensalzan los complejos, nos
arrugan la sien y nos hacen dependientes y agradecidos de sus migajas.
Nos cuesta verlos actuar, nos duele vernos tan frágiles. Pero
son lo más real que tenemos en esos momentos infernales. Creemos amarlos,
dejamos al amor a un costado para adorarles los altares ficticios.
Yo estuve tres veces metido en ese laberinto, la primera con
uno que se decía mejor amigo, y las otras dos con un par de minas que no eran
ni oro, ni plata. Creo que aprendí a identificar Los y Me.
Me duele ver amigos en la misma historia, no hay manera de
decirles nada que sirva. Es un poco cuestión de suerte y mucho de
predisposición a alimentar ratas.
Esta nota adolece de metáforas, es cruda y simplista. Tal
vez porque andar con rodeos es la mejor arma de estos asesinos infames. O tal
vez, porque recordarme en esas situaciones me quita el apetito y la poesía.
Pero hay que decirlo. Un poco para la conciencia propia y
otro para dejar una señal a nuestros seres queridos que lo están padeciendo
hoy.
En todo caso, me gustaría decirte a vos que lo lees y que te
ves protagonista que no te dejes enterrar. Y a vos que te sabés responsable del
crimen, te digo con una gran carga de inocencia, no lastimes más con tus
mentiras, con tu mediocridad, con tu egoísmo.
Nunca vas a ser nada más que un mal recuerdo a todos los que
nos cruzamos en tu camino.
Hay gente que nos duele. Ay! Duele, pero vamos a encontrar
el antídoto.
Los cínicos llevan una marca en la frente, de a poco les
iremos echando limón en la sien.
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