jueves, 20 de octubre de 2011

In.


In.

Cuando el mundo se vuelve un lugarcito seguro e inerte.
En ese profundo bache que nos convierte en fantasmas inexpresivos.
Cuándo fue que nos volvimos incrédulos?
En qué instante crucial olvidamos que las pulsiones son ineluctables?

Te levantás, olvidás las claves de tu inconsciente y salís a innovar en rigurosos inventos.
Trabajás en el infierno, invertís en cadenas cada vez más inviolables.
Qué maestra insulsa nos habrá metido la idea de nuestra insignificancia?
Que padre inseguro nos habrá llenado de infantiles odas a la imposibilidad de rebelarnos?

Te sentís en un mundo inhóspito, tenés miedo y no querés ver el corazón de la infamia.
No encontrás un momento de intimidad para reflexionar sobre lo injusto que sólo te toca indirectamente.
Entonces te mantenés callado, inactivo, no tocás la vidriera por miedo a romperla. Mirás de afuera, sin recibir invitación.
Y así se te pasan los años, creyendo a la bestia como un ser invencible.

Dale que sopla torcido, no se te vaya a caer. Y cuando se cae, se quiebra sin insistencia.

Es increíble la paradoja de tu vida. Diseñada, con pínceles y calculadoras inequívocos.
Pantalla inexpugnable, obediencia indebida, trazada por los fracasos y vacíos de tu ingenuidad.

Inocencia. Incoherencia. Incesto. In.

Te miro. Te miro desde y para adentro.
In. 

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