sábado, 1 de octubre de 2011

Entrar, salir y permanecer en el umbral.


Todos tenemos que salir. Para aprender de nuevo a entrar.
Tenemos que aprender a esperar. Para saber acelerar a tiempo.
No quiero vender nada. Quiero ser tan libre como la libertad me lo permita.
Una vez compré pasajes para irme, pero no había aprendido a partir.
Menos aun a volver. Qué me vienen con frentes marchitas?
La frente en alto, metonimia y contigüidad de hacer autocrítica real.
No se sale de la caverna con los ojos completamente abiertos.
Quedaríamos ciegos al instante.
Tampoco se sale con miedo y apretando las pupilas.
Quedaríamos sin saber diferenciar piedras y cielo.
No quiero comprar nada. Quiero ser tan liviano como mi peso me lo permita.
Si alguien sale intacto, es porque nunca dejo de ser hermético, no aprendió nada.
Todos tenemos que salir, vos, yo, él, ella, todos ustedes y ellos.
Aquel que nunca cayó en el pozo, como sabe que está al aire libre?
A esta dicotomía barata, la completo con dialéctica de nieve y amaneceres privilegiados.
Cuánto tiempo podemos permanecer, transcurrir, en la cinta cruel del desasosiego?
El que sea necesario para aprender a frenar y a caminar de nuevo, sin máquinas de la culpa.
Todos tenemos que salir. Para entrar de nuevo.


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