sábado, 6 de noviembre de 2010

Paranoia. Quinto día del viaje.

Eso de durar y transcurrir no nos da derecho a presumir…
Estuve de paseo por mi barrio de niño, por las calles del ayer, por los amigos de la infancia.
Por la familia que siempre estará ahí, aun cuando yo ya no esté.
Hay tanta conciencia sin saber, adormecida.
Me traje en la maleta gigante que fue cargada y supuestamente volvía vacía, una palabra.
Algo que sentí en esta ciudad in-feliz.
Paranoia.
La placita sucia, horrible y hermosa donde jugaba de niño, no existe más, es hoy un jardín religioso muy prolijo.
Los pasillos que conectaban los edificios de mi manzana, donde jugábamos hasta que no veíamos más que penumbras y sombras, al “Drácula”, no existen más.
Son parcelas, de parcelas, de cemento y rejas.
La canchita atrás de mi escuela primaria, donde cualquiera trepaba y jugaba a la pelota, donde se “mezclaban” nenes de clase alta, otros que no teníamos demasiado y los chicos de la villa.
Esa canchita no tiene más “acceso”. Está tapiada y llena de alambres de púa en sus muros, como una cárcel, pero de afuera para adentro. No hay más de conocer valores diferentes.
 En conclusión nefasta, los pibes, los vestiditos de doce años, ya no juegan libres en las calles del puerto, no corren, no conocen eso de parar solo para comer y dormir, no comparten sus increíbles experiencias con los amiguitos de la cuadra.
Sus papás están preocupados, tienen miedo, cierran con doble llave, con rejas, con candado y alarmas estúpidas. Los nenes quedan del lado de adentro, encerrados en un microclima de sepulcro anti-inseguridad (es).
Y miran mucha tele, y juegan mucho a no jugar (virtuales sudores corren por sus frentes viciadas del aire familiar).
Y observan a los papás insultar, enojarse por todo, deprimidos y sin ningún sentido en sus (seudo) vidas, llenas de muchos compromisos, cuentas para pagar, y graves problemas que no entienden, o entienden demasiado.
Yo pregunté por ahí, por qué se cerraban los pasos en las veredas, las calles, los barrios. Y la respuesta fue inmediata y unidireccional. “vos sos loco (o pelotudo), no ves el PELIGRO que hay en la calle?”
Me quedé muy triste, porque crecer en esta realidad de cartón pintado está formando jóvenes más prejuiciosos, miedosos, reprimidos, enojados aun, de lo que ya venimos siendo en este enrejado país.
Paranoia. Parafernalia.
Teatro de revista del inconsciente.
No.
No es honrar la vida.
Alguien baila frente a otros y estos miran para otro lado avergonzados.
Otro canta sin pudor algo que le salió de adentro y alguien lo mira con odio.
Unos se besan enamorados, eternos, y una señora se ruboriza y se enoja por tanto decoro.
Ya no es el miedo hacia ese “otro” de algún país limítrofe o alguna provincia lejana y morocha.
Cada vez está más cerca el “enemigo”. Se empiezan a tapiar ventanas, ventiluces, se tapan espejos con ladrillos huecos.
Se ponen candados en las mesitas de luz, se sellan con pegamento las sábanas siempre limpias.
Se construyen casas con el frente en el fondo.  Y el patio se tapa con lana electrificada.
Se ponen alarmas satelitales en la ropa interior.
Y solo se habla del tiempo, aunque últimamente está tan “politizada” la meteorología, que mejor no hablar de NINGUNA cosa.
Habría que soldar las incubadoras y tapiar los ataúdes en vida.
Habría que dejar de respirar, tanto virus en el aire…
Paranoia y callejón zona peligrosa.
En qué momento cerraron la celda desde adentro?
Paranoia. De adentro para afuera.  Y en el medio? Queda algo?

Hay tantas maneras de no ser…

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